domingo, 19 de octubre de 2014

LECTURAS DOMINICALES

«The Equalizer»: Denzel Washington, el tipo duro que siempre sonríe
Cuentan algunos de los periodistas que cubrieron el pasado Festival de San Sebastián que cuando Denzel Washington se sentó en una de las mesas redondas organizadas por la distribuidora de su última película... se encontró con un sacacorchos sobre la mesa. En «The Equalizer: El protector», su personaje hace cosas muy poco edificantes con un sacacorchos, y quienes vean la cinta comprenderán por qué la situación cómica estaba servida. Lo cogió, jugueteó con él, lo blandió y sonrió mientras amenazaba con rodar allí mismo la secuela de la cinta: «Vamos a hacer la segunda parte», decía para regocijo de la concurrencia. Y así se ganó a la prensa. Y así actúa siempre Denzel Hayes Washington: voluntad de hierro acompañada por una sonrisa arrebatadora.

«Yo no elegí ser actor, la profesión me eligió a mí», respondía al comienzo de su encuentro con ABC en San Sebastián. «Nunca soñé con ser actor», añadía tras otra pausa. «Me apunté a una clase de teatro cuando iba a la universidad porque alguien me dijo que iba a ser fácil. ¡Yo ni siquiera sabía lo que quería hacer en la vida! Y luego me dijeron que era bueno actuando, que igual podía dedicarme a ser actor. Después me enteré de que el director artístico de mi universidad quería montar ?El emperador Jones?, de Eugene O?Neill, y me enteré de que pensaba que yo era perfecto para el papel. Así que hice la obra, a la gente le encantó... ¡y aquí estoy, en San Sebastián!», concluía, mostrando de nuevo sus blanquísimos dientes.

Pero no. Entre aquellos comienzos y el Festival de San Sebastián, donde acaba de recibir el premio Donostia por toda su carrera, median varias decenas de películas. Y entre ellas, muchos éxitos comerciales. Washington es una garantía para la taquilla -a la que se ha dedicado con devoción desde el cine comercial («El informe Pelícano», «Estado de sitio»)-, y tiene muy claro que si no fuera por eso... no seguiría en el negocio. «Si yo no hiciese negocio, no me llamarían. Yo trato de hacer mi trabajo lo mejor posible, de ser humilde, pero esto es el ?show business?. Si no hiciera dinero... no me tratarían tan bien en Hollywood», reconoce. Ahondamos en ese asunto. ¿Cómo cree que le ha tratado la meca del cine durante sus años de actor? «La prueba está a la vista. He tenido un gran éxito», responde de forma escueta.

Fuqua, director fetiche
Antoine Fuqua, el director de «The Equalizer», ya lo había dirigido en «Training Day», la cinta que le valió el Oscar al mejor actor; el de secundario, aquel que consiguió por «Tiempos de gloria», se lo debe a Edward Zwick. «Recuerdo cuando era niño y me emocionaban las películas con estos personajes justicieros. Siempre quería que mataran a los malos. ¡Porque nosotros no podíamos matar a los malos!», exclama. Robert McCall, el personaje que interpreta en esta ocasión, es también un héroe llamado a imponer la rectitud, uno de esos llaneros solitarios -casi parte de un western contemporáneo- que salvan siempre a la chica.

«El personaje siempre es lo más importante, sea cual sea el género», explica. «Eso es lo que pasó con esta película. Cuando leí el guión pensé que era un buen punto de partida. Pero el personaje necesitaba un desarrollo mayor. Por ejemplo, la incorporación de su comportamiento obsesivo-compulsivo. ¿Y eso en qué se refleja? En su manera de ordenar los tenedores, en su manera de doblar la servilleta, en que esté siempre solo, en que trabaje en una tienda de menaje para el hogar, en que vaya todas las madrugadas al mismo restaurante... ¡Todo eso nos dice que estamos ante una persona! No es solo un tío que va por ahí disparando a la gente».

Hombre religioso
Y un aspecto más para redondear la personalidad de Washington. La religión. Su padre era predicador, y Dios aparece más de una vez en sus respuestas. «Dicen que la suerte es el lugar en el que se encuentran la oportunidad y el trabajo», afirma cuando se refiere a su propia carrera. «Pero tienes que estar preparado. Cuando estás preparado y te encuentras en la vida con una buena oportunidad... entonces la gente dice que has tenido suerte. Para mí este trabajo es una bendición. Dios me ha bendecido con una serie de habilidades, con la oportunidad de hacer el bien en el mundo. La oportunidad de ser un buen ejemplo. Me ha dado una plataforma para hablar de ciertas cosas. Al César lo que es del César, y todo eso viene de Dios».(ABC)

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