Joseph Cáceres

“Que no nos quiten lo baila’o”

Por Carlin Carlos Soriano

Como han cambiado los años…cual responsable y maestro de contrariedades, de aciertos y de momentos de extasis, que aun se guardan en cada memoria,es el inexorable tiempo que va en evolucion con las mentalidades de cada epoca.

O como dice Joan Manuel Serrat en una de sus canciones: “Son aquellas pequeñas cosas, que nos dejo un tiempo de rosas,en un rincón,en un papel o en un cajón”…Que de todas maneras se preservan en el recuerdo de todo aquel que todavía las valora.


Y entre nostalgia y recordatorio de aquellos tiempos, en que bailar con una pareja un buen bolero y porque no, un merengue o salsa, tras el compás y la cadencia rítimica de estos, eran vivencias exquisitas que la globalizacion y el modernismo se han encargado de irumpirlo todo y darle paso al perreo, al cintureo y al despliegue morboso que se observa hoy día en cualquier actividad bailable.

Pero no solamente aquellos bailes donde el estilismo compartido en una pareja han escaseado en las discotecas y centros de bailes, ademas estan en extinción en las orquestas de merengue y de la salsa.

Aquella elegancia y sincronía en las coreografias que se implantaban en estos géneros musicales como parte del show, y de su potencial atractivo que marcaba, incidía e imponía una pauta no solamente en el estilo de hacer música, sino también de bailarla, de acuerdo a la singularidad de cada una de estas orquestas, ya no son notorias ni valoradas.

Qué tiempos aquellos cuando Francis Rosario o Sandra (La Mulata del grupo Bongó) se robaban la atención de quienes presenciaban sus cadenciosos movimientos y cautivaban a todos con su estilo seductor que ruborizaba hasta el más indiferente.

Ya no vemos orquestas con coreografía tal como lo hacían los Kenton o como lo hacia Raúl en la orquesta de Jerry Vargas y otros más, que dejaron marcada una huella en la historia de la música, en cuanto al baile e histrionismo se refiere.

Anteriormente casi todas las orquestas se preocupaban por tener un “frente” donde la interpretación interactuaba considerablemente con la coreografía y valía la pena no solamente escuchar, sino también “ver para creer” y también admitir que el ritmo de la música se hace no solamente para el consumo auditivo…se formula en igual proporción para la cadera y los pies…pero claro está, con garbo, personalidad, calidad y estilo.

Definitivamente ya no se baila…todo es puro aguaje!!!